Hoy, continuamos aquí, también por este medio, virtual, compartiendo nuestro recorrer en un discurso, el del psicoanálisis, discurso que nos ha tomado por su cuenta y hecho de nosotros, lo que hoy vamos siendo....
Humanos comprometidos con la vida, con lo humano, con las letras que nos acompañan y los sentidos que extraemos de ese saber oculto aunque presente, siempre, en todos: lo inconsciente.
Estos términos dicen en griego y en español, lo mismo, aquel álito de vida del que nuestra tarea se ocupa en proteger.
de ustedes,
Fernando Calle
Psicoanalista
La Indiferencia Como Defensa Fallida
POR: Fernando Calle.
Cualquiera podría pensar la indiferencia como aquello que se halla en oposición al par amor-odio, sin embargo aquí queremos plantearla como fenómeno social y, referente a lo que sucede en sujetos y grupos sociales con relación a lo que acontece en algunos integrantes o a algunos colectivos, entonces no estamos hablando de la indiferencia, estado neutral, como aquello que no produce interés o motivación, aquello que no produce inclinación o aversión, sino como reacción emocional defensiva, esto es, una manera de situarnos frente a aquello en que nos vemos tan implicados que no encontramos otra salida.
La indiferencia como reacción, en tanto implica al semejante, por lo menos un otro, es definible a manera de fenómeno social, diríamos una forma de reaccionar frente a un semejante o grupo social. Es por ello que requiere ser abordado como aquello que esta en el borde entre lo intra-psiquico y lo inter-psiquico, esto es, como lo que corresponde a las formas del vinculo social, vinculo que esta sostenido desde las conflictualidades particulares y propiciado y fomentado por formas de interacción social, formas de valorar y situar el grupo social, ciertas problemáticas.
"la indiferencia es una de las formas en que el sujeto responde a la presencia del otro semejante".
Es así como define El Diccionario de la Real Academia de la Lengua, el termino indiferencia. Lo que la perspectiva psicoanalítica nos permite preguntarnos es por las causas, lo móviles inconscientes y también manifiestos que inducen dicha actitud; los aspectos psico-sociales que la propician, tal vez la promueven y la fomentan.
Vamos a tratar de desglosar en este ensayo algo de lo que atañe a la psicología individual primero, para luego abordar algunos elementos que consideramos centrales en lo psico-social a la hora de abordar dicha problemática, aunque echemos algunos trazos de lo segundo al abordar lo primero.
Si nos atenemos a la definición anotada arriba de que sea la indiferencia una forma de responder del sujeto frente al semejante, de entrada hemos de preguntarnos por lo que se moviliza al interior del sujeto para que responda de tal manera específica, pues si ello se presenta, es gracias a una necesidad o necesidades de quien así actúa, necesidades que pueden ser psicológicas y/o psicosociales (léase psíquico y/o social, siempre en intersección).
Si partimos, que hay en el semejante siempre algo de lo nuestro, aceptémoslo o no, reconozcámoslo o no, hemos de decir que hay en el otro algo nuestro que nos hace reaccionar en contra o a favor, nunca con indiferencia. Mas bien decimos que la indiferencia es una formula “protectora” frente a aquello que nos despierta angustia, impotencia por no poderlo cambiar de tal manera que, la indiferencia frente al otro es una forma de protegernos de la angustia que amenaza, en tanto hay una parte nuestra que se ve reflejada, lo que corresponde a aquello que se entrelaza en la tragedia y el malestar percibido en ese semejante, pero que hemos dejado de identificar en nosotros mismos, pues corresponde a lo reprimido, lo negado, lo denegado o forcluido; es decir, aquello que ha constituido para el sujeto lo que horroriza, repugna o aterra y ha quedado excluido, al menos de lo que se concibe como aceptable para el campo de la conciencia del implicado, apareciendo tan solo en lo que se llama formaciones del inconsciente, esto es, en síntomas, lapsus, sueños, pesadillas, parapraxias o haciendo efecto en el vinculo con el semejante.
Hemos de repensar un poco la definición del diccionario respecto al concepto de indiferencia, pues, ésta se presenta también ante situaciones, propuestas o puntos de vista. una de esas situaciones tiene que ver con la indiferencia social, donde al sujeto parece no importarle lo que pasa con el semejante, en especial si se trata de una tragedia, un abuso de poder del cual es victima, una injusticia, entre otras. Así es común como en Colombia, los desaparecidos, los desplazados, parecen no importar a nadie, excepto a organismos defensores de derechos humanos o los mas cercanamente implicados.
En cuanto a las propuestas vemos como hay una tendencia a ignorar la particicpacion democrática en occidente…
Si bien sin los paramilitares y las guerrillas la violencia de estos últimos 20 años no se hubiera producido, sin la indiferencia y a veces el consentimiento, participación y apoyo de los colombianos corrientes, estos fenómenos jamás hubieran podido alcanzar la magnitud que ahora tienen. La indiferencia ha sido la forma como el discurso social y político del resto del país ha participado durante gran parte de las etapas de este proceso arriba descritas. Aprovechando esta indiferencia del Otro político y social, en las últimas dos décadas ciertos sectores del poder, (entre ellos el mismo ejército) han buscado pactos con esos líderes empoderados con el fin de obtener el dominio en esos territorios para hacerse al control político, provecho y utilidad económico que tienen esas zonas por su ubicación y potencial estratégico. Se implementaron y ejecutaron una serie de acciones sistemáticas y coordinadas en el tiempo y en el espacio que se transformaron en la dinámica de la guerra por el dominio en esos territorios, enmascarados en planes de pacificación que finalmente pretendían preparar el terreno para viabilizar grandes proyectos económicos[6]. Se configuraron ambientes de terror psicológico dirigido hacia la población civil, se conformaron grupos de "limpieza" y "escuadrones de la muerte" que realizaron una sistemática labor de exterminio de líderes y amedrentamiento de la población, y se infiltró toda la trama social y resquebrajándola hasta provocar finalmente la conminación al desplazamiento[1].
Lo que nos refiere Velasquez en este párrafo es toda una problemática de violencia que ha padecido el pueblo colombiano en manos del estado o sus derivados ,tentáculos de poder legal o ilegal, de grupos que han surgido de la anomia social mantenida y sustentada desde una dinámica social donde la impunidad y la injusticia que a todos los niveles ha sido mantenida, de manera deliberada, por el aparato judicial y económico. Basta no mas mirar las cifras de la impunidad en Colombia, las del crecimiento de la pobreza y el reparto de las riquezas de la nación para darnos cuenta que la referencia a la justicia del poder democrático en el país es un maquillaje, un revestimiento de quienes utilizan el estado y las organizaciones estatales para burlar los derechos de la mayoría de la población y para usufructo de sus propios intereses.
Las oligarquías que se han hecho con el poder han utilizado el sistema de judicial para mantener un dominio y un control sobre la mayoría de la población, pues ha sido una forma perversa de operar, donde lo que adquiere prioridad es la burla al derecho del semejante y la reivindicación del derecho individual, convirtiendo al otro, en objeto de manipulación amañada al deseo de quienes se arrogan el poder. El poder judicial se mantiene como un poder doblegado a las aspiraciones de un poder estatal corrupto, el cual es mantenido como remedo de semblante, de mascarada, donde la población criminógena juzgada y condenada es el rezago de la justicia plena, esto es, el remanente de lo que habría de ser la justicia eficaz: se invierten los porcentajes, del 7 al 10% de los delitos son juzgados[2], lo que habría de ser el porcentaje de inoperatividad del aparato judicial solidificado.
Todo esto nos permite sopesar nuestro postulado central de este ensayo, cual es, que la inoperatividad de la justicia es mantenida para sojuzgar mejor a la población y mantenerla en un estado de postración psicologica, donde la indiferencia es una expresión de dicho estado.
Se supone que dentro de un sistema democrático ha de haber fluida comunicación entre los constituyentes y los dirigentes, de tal manera que estos se conviertan en verdaderos representantes de los intereses colectivos, dicha comunicación se rompe cuando habiendo interferencia en el flujo receptor-emisor se cierra la vía de dialogo. En el capitalismo en general suele suceder que los representantes democráticos sean cooptados por el capital, torciendo los intereses populares que dicen defender, los utilizan para el beneficio de una casta, un grupo económico, o algunos individuos. En Colombia, parece ser que dicha torción llega hasta el escamoteo de los derechos que consagra la constitución como fundamento del estado, donde las medidas antipopulares son disfrazadas de concesiones humanitarias, de reformas benéficas, de reivindicación de derechos de la población. Para muestra un botón, basta mirar las salidas por los diferentes medios del ministro de la (des)protección social y el propio presidente, justificando los decretos disque para contrarrestar lo que el mismo gobierno llamó la emergencia social en salud.
Nos dice Estanislao Zuleta en su ensayo la idealización en la vida personal y colectiva, que la comunicación se interrumpe por dos formas particulares de paranoización: quien se siente perseguido y entra en profunda desconfianza con todo aquel con quien interactúa y quien se repliega evitando todo certero subyugamiento de parte del semejante …, dichas formas de paranoización pueden darse de parte del sujeto, pueden ser propiciadas y promovidas por el sistema de interacción social o pueden estar sostenidas en posiciones de doble vía. Cuando hablamos de una problemática social como la indiferencia en Colombia es necesario pensar en la tercera posibilidad, donde la paranoización de la sociedad nos lleva a unos a actuar con el semejante en constante y elevada desconfianza debido a la polarización politizada del país donde quien no está conmigo está contra mí y hay que eliminarle a como dé lugar para que quedemos “los buenos”, pues al fin y al cabo “somos más”, ideología que ha calado profundo en la concepción más generalizada del conflicto interno en el país y que ha sido promovida por quienes manejan el llamado cuarto poder, el de la información. Hasta los años 80 no hubo lugar para la conformación de formas de poder alternativo y luego, al surgir la UP es enseguida exterminada, es que hasta ahora en este país sólo ha habido cabida para dos posiciones políticas, al menos en relación con poderes centrales ha habido solo espacio, para dos posiciones políticas: godos o liberales.
De otro lado, estamos quienes no se inscriben en aquella posición polarizada, entre los cuales podemos contar al menos tres subtipos: quienes asumen una posición crítica bien fundamentada y buscan generar, participar o promover formas alternativas de poder, quienes han caído en la desesperanza al ver y sentir que no es suficiente ningún esfuerzo transformador y se resignan a vivir en situación de indiferencia, donde nada parece importar de lo que pasa con el semejante, con los destinos del país y de la sociedad, pues hagan lo que hagan será insuficiente, o peor, las cosas siguen empeorando y las reformas son apenas un maquillaje de la problemática.
El tercer subtipo es el de tendencia hostil, misántropo, el cual aprovecha la situación social para saciar sus apetitos destructivos por interpuesta persona, esto es haciéndose representar o viéndose representado en los perpetradores, pero sin poder reconocer dichas tendencias o reconociéndolas sin pasar a la acción.
Cae el segundo subtipo en el primer tipo de sujeto paranoizado que nos refiere Zuleta, el que se repliega en tanto tiene la certeza de que no va a haber posibilidad alguna de que se le reconozca el esfuerzo, que se reivindiquen los derechos y cambie la organización social con su inequidad y sus formas aberrantes de ejercer el poder. Dicho tipo de sujeto protesta contra el sistema dándole la espalda: “hagan ustedes lo que quieran que yo veré como sobrevivo”. Protesta al fin y al cabo ineficaz desde todo punto de vista ya que el verdugo se sirve de ella para continuar en sus andanadas, pues si no dicen nada al menos no son obstáculo para renunciar a sus propositos.
El postulado que intentamos desarrollar a lo largo de este ensayo es que la indiferencia constituye fundamentalmente una defensa contra un tipo de angustia, la que llamo Freud, angustia social, la cual, hay que advertirlo, se sustenta desde las dinámicas internas del individuo, es decir que la angustia social se fundamenta en las reclamaciones que el sujeto se hace en relación con el semejante o el colectivo. Bien sea porque se sienta particularmente malo en sus fantasías y pensamientos, bien porque no encuentra la forma de transformar la realidad agobiante, es decir por impotencia, cuestión que se sustenta en la primera situación, pues el superyó aprovecha las debilidades del sujeto para atacarle, poniendo como evidencia de sus culpas la limitaciones, pues es como si le dijera: “¿se da cuenta? Es que eso pasa porque usted no merece nada, si fuera mejor sujeto la providencia o los demás reconocerían al instante su probidad, su honradez y la premiarían”.
Suponemos así, detrás del indiferente de este orden, hay un sujeto responsable quien, a fuerza de auto-critica, resigna su posición al verse abrumado por ésta, pues privado de oportunidades y reducido en sus posibilidades se reclama acciones transformadoras y se hace responsable del mal colectivo, pero responsable en tanto sujeto culposo no como sujeto creador y artífice de cambios, en el sentido en que, al asumir la situación articule propuestas. Con el inconveniente que dicha culpa es una culpa negada y puesta en las victimas. Si llegase a reconocer sus culpas, podría delimitar entre lo que le toca y lo que no y tornaría a una posición de, como mínimo, reivindicación frente a si mismo, lo que le devuelve la dignidad. Postulamos que es la misma cobardía en que se sume el sujeto acusado por el superyó de los males sociales, lo que lo lleva a suponer que si no “cohonesta” con las acciones del verdugo, este le podría acusar del mismo modo como lo hace la instancia moral.
Si tenemos en cuenta que el superyó se nutre de las ideologías y valores de cada sociedad y cada época, también hemos de decir que aquello que circula implícita o explicitamente en la forma de funcionar los estamentos sociales, permea al individuo y se convierte en posibilidad transformadora o tiranía sojuzgadora para el individuo y que si el sistema judicial no funciona o funciona tan pobremente como en la nación colombiana, ello trae consecuencias psíquicas para el sujeto, igual que las traería si fuera un sistema que funciona, pero en este caso, consecuencias positivas, pues si no se juzga y condena a los verdaderos culpables, se toman chivos expiatorios, esto es, se castiga sobre el inocente la falta del criminal o se distribuye la culpa. Pero sucede que en la vida psíquica se dan las dos cosas: se distribuyen las culpas en el colectivo y terminan pagando los mas vulnerables, aunque sean inocentes de acto.
Si tomamos a la sociedad como un todo, integrado por sujetos que en su realidad inconsciente están interconectados al engranaje social, hemos de pensar que las formas de reaccionar o las posiciones adoptadas por cada integrante del colectivo están condicionadas por el rol que se le endilga y por lo que cada quien desde su imaginario puede ser su mejor parte para que el sistema social funcione. Así hay quienes asumen la culpa colectiva en calidad de víctimas propiciatorias, victimas de desastres, de inocentes inculpados. Los indiferentes juegan un papel entre victimas y victimarios, son en cierto sentido damnificados del reparto social de las culpas, pues no se asumen como perpetradores aunque con su silencio y su insensibilidad hacen como si no pasara nada, dan la espalda a las victimas, castigan cediéndole la razón implícita a los verdugos, pues como dice el premio nobel de paz del año 1986, escritor rumano Elie Wiesel, la indiferencia mas que un pecado es un castigo[3], a lo que podemos agregar que es un castigo dirigido contra quienes consideramos culpables.
Tampoco se asumen como victimas ya que habiendo segregado las propias culpas y habiéndolas puesto en los otros, las verdaderas víctimas, están dispuestos a señalar al semejante, justo o inicuo, con tal de salvar su propio pellejo, con tal de escapar a la saña del verdugo.
Ha de verse claro entonces, que no es que el indiferente no se sienta ya señalado en sus culpas por su propio superyó y puesto en entredicho por quienes detentan el poder, pues si los verdaderos culpables no aparecen y la justicia opera tan escasamente, en un país polarizado se es juez y verdugo o, se es objeto de inculpación. En tal sentido el indiferente no se atreve a castigar directamente, pero lo hace de modo implícito, se siente victima potencial en tanto se siente trasgresor pero es como si dijera: “a mi no me culpen, a otro perro con ese hueso”, “castiga para no ser castigado”.
La indiferencia es un intento fallido de salirse del juego polarizado de culpables y verdugos, porque finalmente, el sujeto no puede crear nada nuevo a partir de ahí, pues, de un lado, la culpa es inhibitoria, de otro lado, la pulsión destructiva resuelve a su favor la situación, a través del rodeo transicional de la pulsión, no se asumen posición pasiva o activa sino que se realiza haciéndose representar en otros, pero cumpliendo el mismo propósito destructivo: castigar a quienes se siente como culpables y quedando toda victima en el papel de tal. Es muy corriente oír decir en nuestro medio social cuando alguien es asesinado, “algo debía”, “por algo será”.
Todo esto da cuenta de cómo el indiferente cree, que puede salirse del interjuego de juez-verdugos y culpables pero, queda atrapado en la sin salida de “hacerse el de la vista gorda”, y todo lo que logra es negar que está repartido, tiene un pie de un lado y otro pie del otro lado, quiere “escurrirle el bulto” a la tragedia colectiva y le da la espalda a la realidad, pero lo que hace finalmente, es evadir la responsabilidad de tener que transformar la realidad para perpetuarla, pues aquello que una generación no asume condena a la venidera, a repetirlo[4].
Sin embargo, la indiferencia es también un mandato de quienes detentan el poder, mandato que se impone a sangre y fuego, pues la protesta, el reclamo es como mínimo cargada con el anatema de terrorista, lo que es ya una sentencia de muerte en un país cundido de paramilitares y fuerzas armadas celosas del dogma de “la seguridad democrática”, lo que no es otra cosa que la gobernabilidad armada, no consensuada, aceptada por la comunidad que se siente dignamente representada. Es corriente oír decir en el común de la gente: para sobrevivir en este país Usted no ha visto nada, no conoce a nadie, como decía alguien jocosamente “yo no me doy cuenta de nada, siempre voy en la banca de atrás y regularmente estoy dormido”.
BIBLIOGRAFÍA.
ROMERO G., Camilo. (2004) Del Secuestro y Otras Muertes. Bogotá: intermedio.
VELASQUEZ, Juan Fernando. La indiferencia como síntoma social. Dosier de psicoanálisis y criminología incluido en la revista virtualia no18 http://www.eol.org.ar/virtualia/018/template.asp "
WIESEL, Elie. Discurso pronunciado en la sede del Centro de Investigación y difusión de la cultura sefaradí (20/04/05). Embafrancia-argentina.org
ZULETA, Estanislao. Psicoanálisis y Criminología. Medellín: s.n. 1980
----------------------------. La idealización en la vida personal y colectiva. En La idealización en la vida personal y colectiva y otros ensayos, Bogotá: fundación Estanislao Zuleta, 2001.
NOTAS PIE DE PÁGINA
[1] Juan Fernando Velasquez. La indiferencia como síntoma social
[2] Véase Del Secuestro Y Otras Muertes de Camilo Romero
[3] Citado por Juan Fernando Velasquez. op. Cit. Pg. 3.
[4] Esto lo propone Lloyd de Maus con relación a los padres, dice que aquello que no pueden superar los padres de su conflictualidad psíquica se lo hacen repetir a los hijos. Nosotros lo hacemos extensivo a lo colectivo en el sentido de que nuestro postulado es que cada generación ha de asumir su propia problemática para que las generaciones venideras no la repitan. Creemos que esta sea una de las causas de que no salgamos de la patria boba en Colombia, pues cada gobierno de turno trata de ocultar o ponerle maquillaje a las problemáticas de violencia y sus orígenes mas definitivos.
Vamos a tratar de desglosar en este ensayo algo de lo que atañe a la psicología individual primero, para luego abordar algunos elementos que consideramos centrales en lo psico-social a la hora de abordar dicha problemática, aunque echemos algunos trazos de lo segundo al abordar lo primero.
Si nos atenemos a la definición anotada arriba de que sea la indiferencia una forma de responder del sujeto frente al semejante, de entrada hemos de preguntarnos por lo que se moviliza al interior del sujeto para que responda de tal manera específica, pues si ello se presenta, es gracias a una necesidad o necesidades de quien así actúa, necesidades que pueden ser psicológicas y/o psicosociales (léase psíquico y/o social, siempre en intersección).
Si partimos, que hay en el semejante siempre algo de lo nuestro, aceptémoslo o no, reconozcámoslo o no, hemos de decir que hay en el otro algo nuestro que nos hace reaccionar en contra o a favor, nunca con indiferencia. Mas bien decimos que la indiferencia es una formula “protectora” frente a aquello que nos despierta angustia, impotencia por no poderlo cambiar de tal manera que, la indiferencia frente al otro es una forma de protegernos de la angustia que amenaza, en tanto hay una parte nuestra que se ve reflejada, lo que corresponde a aquello que se entrelaza en la tragedia y el malestar percibido en ese semejante, pero que hemos dejado de identificar en nosotros mismos, pues corresponde a lo reprimido, lo negado, lo denegado o forcluido; es decir, aquello que ha constituido para el sujeto lo que horroriza, repugna o aterra y ha quedado excluido, al menos de lo que se concibe como aceptable para el campo de la conciencia del implicado, apareciendo tan solo en lo que se llama formaciones del inconsciente, esto es, en síntomas, lapsus, sueños, pesadillas, parapraxias o haciendo efecto en el vinculo con el semejante.
Hemos de repensar un poco la definición del diccionario respecto al concepto de indiferencia, pues, ésta se presenta también ante situaciones, propuestas o puntos de vista. una de esas situaciones tiene que ver con la indiferencia social, donde al sujeto parece no importarle lo que pasa con el semejante, en especial si se trata de una tragedia, un abuso de poder del cual es victima, una injusticia, entre otras. Así es común como en Colombia, los desaparecidos, los desplazados, parecen no importar a nadie, excepto a organismos defensores de derechos humanos o los mas cercanamente implicados.
En cuanto a las propuestas vemos como hay una tendencia a ignorar la particicpacion democrática en occidente…
Si bien sin los paramilitares y las guerrillas la violencia de estos últimos 20 años no se hubiera producido, sin la indiferencia y a veces el consentimiento, participación y apoyo de los colombianos corrientes, estos fenómenos jamás hubieran podido alcanzar la magnitud que ahora tienen. La indiferencia ha sido la forma como el discurso social y político del resto del país ha participado durante gran parte de las etapas de este proceso arriba descritas. Aprovechando esta indiferencia del Otro político y social, en las últimas dos décadas ciertos sectores del poder, (entre ellos el mismo ejército) han buscado pactos con esos líderes empoderados con el fin de obtener el dominio en esos territorios para hacerse al control político, provecho y utilidad económico que tienen esas zonas por su ubicación y potencial estratégico. Se implementaron y ejecutaron una serie de acciones sistemáticas y coordinadas en el tiempo y en el espacio que se transformaron en la dinámica de la guerra por el dominio en esos territorios, enmascarados en planes de pacificación que finalmente pretendían preparar el terreno para viabilizar grandes proyectos económicos[6]. Se configuraron ambientes de terror psicológico dirigido hacia la población civil, se conformaron grupos de "limpieza" y "escuadrones de la muerte" que realizaron una sistemática labor de exterminio de líderes y amedrentamiento de la población, y se infiltró toda la trama social y resquebrajándola hasta provocar finalmente la conminación al desplazamiento[1].
Lo que nos refiere Velasquez en este párrafo es toda una problemática de violencia que ha padecido el pueblo colombiano en manos del estado o sus derivados ,tentáculos de poder legal o ilegal, de grupos que han surgido de la anomia social mantenida y sustentada desde una dinámica social donde la impunidad y la injusticia que a todos los niveles ha sido mantenida, de manera deliberada, por el aparato judicial y económico. Basta no mas mirar las cifras de la impunidad en Colombia, las del crecimiento de la pobreza y el reparto de las riquezas de la nación para darnos cuenta que la referencia a la justicia del poder democrático en el país es un maquillaje, un revestimiento de quienes utilizan el estado y las organizaciones estatales para burlar los derechos de la mayoría de la población y para usufructo de sus propios intereses.
Las oligarquías que se han hecho con el poder han utilizado el sistema de judicial para mantener un dominio y un control sobre la mayoría de la población, pues ha sido una forma perversa de operar, donde lo que adquiere prioridad es la burla al derecho del semejante y la reivindicación del derecho individual, convirtiendo al otro, en objeto de manipulación amañada al deseo de quienes se arrogan el poder. El poder judicial se mantiene como un poder doblegado a las aspiraciones de un poder estatal corrupto, el cual es mantenido como remedo de semblante, de mascarada, donde la población criminógena juzgada y condenada es el rezago de la justicia plena, esto es, el remanente de lo que habría de ser la justicia eficaz: se invierten los porcentajes, del 7 al 10% de los delitos son juzgados[2], lo que habría de ser el porcentaje de inoperatividad del aparato judicial solidificado.
Todo esto nos permite sopesar nuestro postulado central de este ensayo, cual es, que la inoperatividad de la justicia es mantenida para sojuzgar mejor a la población y mantenerla en un estado de postración psicologica, donde la indiferencia es una expresión de dicho estado.
Se supone que dentro de un sistema democrático ha de haber fluida comunicación entre los constituyentes y los dirigentes, de tal manera que estos se conviertan en verdaderos representantes de los intereses colectivos, dicha comunicación se rompe cuando habiendo interferencia en el flujo receptor-emisor se cierra la vía de dialogo. En el capitalismo en general suele suceder que los representantes democráticos sean cooptados por el capital, torciendo los intereses populares que dicen defender, los utilizan para el beneficio de una casta, un grupo económico, o algunos individuos. En Colombia, parece ser que dicha torción llega hasta el escamoteo de los derechos que consagra la constitución como fundamento del estado, donde las medidas antipopulares son disfrazadas de concesiones humanitarias, de reformas benéficas, de reivindicación de derechos de la población. Para muestra un botón, basta mirar las salidas por los diferentes medios del ministro de la (des)protección social y el propio presidente, justificando los decretos disque para contrarrestar lo que el mismo gobierno llamó la emergencia social en salud.
Nos dice Estanislao Zuleta en su ensayo la idealización en la vida personal y colectiva, que la comunicación se interrumpe por dos formas particulares de paranoización: quien se siente perseguido y entra en profunda desconfianza con todo aquel con quien interactúa y quien se repliega evitando todo certero subyugamiento de parte del semejante …, dichas formas de paranoización pueden darse de parte del sujeto, pueden ser propiciadas y promovidas por el sistema de interacción social o pueden estar sostenidas en posiciones de doble vía. Cuando hablamos de una problemática social como la indiferencia en Colombia es necesario pensar en la tercera posibilidad, donde la paranoización de la sociedad nos lleva a unos a actuar con el semejante en constante y elevada desconfianza debido a la polarización politizada del país donde quien no está conmigo está contra mí y hay que eliminarle a como dé lugar para que quedemos “los buenos”, pues al fin y al cabo “somos más”, ideología que ha calado profundo en la concepción más generalizada del conflicto interno en el país y que ha sido promovida por quienes manejan el llamado cuarto poder, el de la información. Hasta los años 80 no hubo lugar para la conformación de formas de poder alternativo y luego, al surgir la UP es enseguida exterminada, es que hasta ahora en este país sólo ha habido cabida para dos posiciones políticas, al menos en relación con poderes centrales ha habido solo espacio, para dos posiciones políticas: godos o liberales.
De otro lado, estamos quienes no se inscriben en aquella posición polarizada, entre los cuales podemos contar al menos tres subtipos: quienes asumen una posición crítica bien fundamentada y buscan generar, participar o promover formas alternativas de poder, quienes han caído en la desesperanza al ver y sentir que no es suficiente ningún esfuerzo transformador y se resignan a vivir en situación de indiferencia, donde nada parece importar de lo que pasa con el semejante, con los destinos del país y de la sociedad, pues hagan lo que hagan será insuficiente, o peor, las cosas siguen empeorando y las reformas son apenas un maquillaje de la problemática.
El tercer subtipo es el de tendencia hostil, misántropo, el cual aprovecha la situación social para saciar sus apetitos destructivos por interpuesta persona, esto es haciéndose representar o viéndose representado en los perpetradores, pero sin poder reconocer dichas tendencias o reconociéndolas sin pasar a la acción.
Cae el segundo subtipo en el primer tipo de sujeto paranoizado que nos refiere Zuleta, el que se repliega en tanto tiene la certeza de que no va a haber posibilidad alguna de que se le reconozca el esfuerzo, que se reivindiquen los derechos y cambie la organización social con su inequidad y sus formas aberrantes de ejercer el poder. Dicho tipo de sujeto protesta contra el sistema dándole la espalda: “hagan ustedes lo que quieran que yo veré como sobrevivo”. Protesta al fin y al cabo ineficaz desde todo punto de vista ya que el verdugo se sirve de ella para continuar en sus andanadas, pues si no dicen nada al menos no son obstáculo para renunciar a sus propositos.
El postulado que intentamos desarrollar a lo largo de este ensayo es que la indiferencia constituye fundamentalmente una defensa contra un tipo de angustia, la que llamo Freud, angustia social, la cual, hay que advertirlo, se sustenta desde las dinámicas internas del individuo, es decir que la angustia social se fundamenta en las reclamaciones que el sujeto se hace en relación con el semejante o el colectivo. Bien sea porque se sienta particularmente malo en sus fantasías y pensamientos, bien porque no encuentra la forma de transformar la realidad agobiante, es decir por impotencia, cuestión que se sustenta en la primera situación, pues el superyó aprovecha las debilidades del sujeto para atacarle, poniendo como evidencia de sus culpas la limitaciones, pues es como si le dijera: “¿se da cuenta? Es que eso pasa porque usted no merece nada, si fuera mejor sujeto la providencia o los demás reconocerían al instante su probidad, su honradez y la premiarían”.
Suponemos así, detrás del indiferente de este orden, hay un sujeto responsable quien, a fuerza de auto-critica, resigna su posición al verse abrumado por ésta, pues privado de oportunidades y reducido en sus posibilidades se reclama acciones transformadoras y se hace responsable del mal colectivo, pero responsable en tanto sujeto culposo no como sujeto creador y artífice de cambios, en el sentido en que, al asumir la situación articule propuestas. Con el inconveniente que dicha culpa es una culpa negada y puesta en las victimas. Si llegase a reconocer sus culpas, podría delimitar entre lo que le toca y lo que no y tornaría a una posición de, como mínimo, reivindicación frente a si mismo, lo que le devuelve la dignidad. Postulamos que es la misma cobardía en que se sume el sujeto acusado por el superyó de los males sociales, lo que lo lleva a suponer que si no “cohonesta” con las acciones del verdugo, este le podría acusar del mismo modo como lo hace la instancia moral.
Si tenemos en cuenta que el superyó se nutre de las ideologías y valores de cada sociedad y cada época, también hemos de decir que aquello que circula implícita o explicitamente en la forma de funcionar los estamentos sociales, permea al individuo y se convierte en posibilidad transformadora o tiranía sojuzgadora para el individuo y que si el sistema judicial no funciona o funciona tan pobremente como en la nación colombiana, ello trae consecuencias psíquicas para el sujeto, igual que las traería si fuera un sistema que funciona, pero en este caso, consecuencias positivas, pues si no se juzga y condena a los verdaderos culpables, se toman chivos expiatorios, esto es, se castiga sobre el inocente la falta del criminal o se distribuye la culpa. Pero sucede que en la vida psíquica se dan las dos cosas: se distribuyen las culpas en el colectivo y terminan pagando los mas vulnerables, aunque sean inocentes de acto.
Si tomamos a la sociedad como un todo, integrado por sujetos que en su realidad inconsciente están interconectados al engranaje social, hemos de pensar que las formas de reaccionar o las posiciones adoptadas por cada integrante del colectivo están condicionadas por el rol que se le endilga y por lo que cada quien desde su imaginario puede ser su mejor parte para que el sistema social funcione. Así hay quienes asumen la culpa colectiva en calidad de víctimas propiciatorias, victimas de desastres, de inocentes inculpados. Los indiferentes juegan un papel entre victimas y victimarios, son en cierto sentido damnificados del reparto social de las culpas, pues no se asumen como perpetradores aunque con su silencio y su insensibilidad hacen como si no pasara nada, dan la espalda a las victimas, castigan cediéndole la razón implícita a los verdugos, pues como dice el premio nobel de paz del año 1986, escritor rumano Elie Wiesel, la indiferencia mas que un pecado es un castigo[3], a lo que podemos agregar que es un castigo dirigido contra quienes consideramos culpables.
Tampoco se asumen como victimas ya que habiendo segregado las propias culpas y habiéndolas puesto en los otros, las verdaderas víctimas, están dispuestos a señalar al semejante, justo o inicuo, con tal de salvar su propio pellejo, con tal de escapar a la saña del verdugo.
Ha de verse claro entonces, que no es que el indiferente no se sienta ya señalado en sus culpas por su propio superyó y puesto en entredicho por quienes detentan el poder, pues si los verdaderos culpables no aparecen y la justicia opera tan escasamente, en un país polarizado se es juez y verdugo o, se es objeto de inculpación. En tal sentido el indiferente no se atreve a castigar directamente, pero lo hace de modo implícito, se siente victima potencial en tanto se siente trasgresor pero es como si dijera: “a mi no me culpen, a otro perro con ese hueso”, “castiga para no ser castigado”.
La indiferencia es un intento fallido de salirse del juego polarizado de culpables y verdugos, porque finalmente, el sujeto no puede crear nada nuevo a partir de ahí, pues, de un lado, la culpa es inhibitoria, de otro lado, la pulsión destructiva resuelve a su favor la situación, a través del rodeo transicional de la pulsión, no se asumen posición pasiva o activa sino que se realiza haciéndose representar en otros, pero cumpliendo el mismo propósito destructivo: castigar a quienes se siente como culpables y quedando toda victima en el papel de tal. Es muy corriente oír decir en nuestro medio social cuando alguien es asesinado, “algo debía”, “por algo será”.
Todo esto da cuenta de cómo el indiferente cree, que puede salirse del interjuego de juez-verdugos y culpables pero, queda atrapado en la sin salida de “hacerse el de la vista gorda”, y todo lo que logra es negar que está repartido, tiene un pie de un lado y otro pie del otro lado, quiere “escurrirle el bulto” a la tragedia colectiva y le da la espalda a la realidad, pero lo que hace finalmente, es evadir la responsabilidad de tener que transformar la realidad para perpetuarla, pues aquello que una generación no asume condena a la venidera, a repetirlo[4].
Sin embargo, la indiferencia es también un mandato de quienes detentan el poder, mandato que se impone a sangre y fuego, pues la protesta, el reclamo es como mínimo cargada con el anatema de terrorista, lo que es ya una sentencia de muerte en un país cundido de paramilitares y fuerzas armadas celosas del dogma de “la seguridad democrática”, lo que no es otra cosa que la gobernabilidad armada, no consensuada, aceptada por la comunidad que se siente dignamente representada. Es corriente oír decir en el común de la gente: para sobrevivir en este país Usted no ha visto nada, no conoce a nadie, como decía alguien jocosamente “yo no me doy cuenta de nada, siempre voy en la banca de atrás y regularmente estoy dormido”.
BIBLIOGRAFÍA.
ROMERO G., Camilo. (2004) Del Secuestro y Otras Muertes. Bogotá: intermedio.
VELASQUEZ, Juan Fernando. La indiferencia como síntoma social. Dosier de psicoanálisis y criminología incluido en la revista virtualia no18 http://www.eol.org.ar/virtualia/018/template.asp "
WIESEL, Elie. Discurso pronunciado en la sede del Centro de Investigación y difusión de la cultura sefaradí (20/04/05). Embafrancia-argentina.org
ZULETA, Estanislao. Psicoanálisis y Criminología. Medellín: s.n. 1980
----------------------------. La idealización en la vida personal y colectiva. En La idealización en la vida personal y colectiva y otros ensayos, Bogotá: fundación Estanislao Zuleta, 2001.
NOTAS PIE DE PÁGINA
[1] Juan Fernando Velasquez. La indiferencia como síntoma social
[2] Véase Del Secuestro Y Otras Muertes de Camilo Romero
[3] Citado por Juan Fernando Velasquez. op. Cit. Pg. 3.
[4] Esto lo propone Lloyd de Maus con relación a los padres, dice que aquello que no pueden superar los padres de su conflictualidad psíquica se lo hacen repetir a los hijos. Nosotros lo hacemos extensivo a lo colectivo en el sentido de que nuestro postulado es que cada generación ha de asumir su propia problemática para que las generaciones venideras no la repitan. Creemos que esta sea una de las causas de que no salgamos de la patria boba en Colombia, pues cada gobierno de turno trata de ocultar o ponerle maquillaje a las problemáticas de violencia y sus orígenes mas definitivos.
Fernando Calle
psicoanalista
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Medellín, febrero 24 de 2010
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