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Hoy, continuamos aquí, también por este medio, virtual, compartiendo nuestro recorrer en un discurso, el del psicoanálisis, discurso que nos ha tomado por su cuenta y hecho de nosotros, lo que hoy vamos siendo....

Humanos comprometidos con la vida, con lo humano, con las letras que nos acompañan y los sentidos que extraemos de ese saber oculto aunque presente, siempre, en todos: lo inconsciente.


Estos términos dicen en griego y en español, lo mismo, aquel álito de vida del que nuestra tarea se ocupa en proteger.

de ustedes,
Fernando Calle
Psicoanalista

2010/03/01

El Origen Del Cuerpo


El Origen Del Cuerpo


Fernando Calle Valencia
Psicólogo social y psicoanalista



Solemos engañarnos con respecto a lo que constituye la corporeidad, dado que  la medicina nos ha transmitido y ha difundido la idea que, el cuerpo es una entidad natural, se ha llegado  a tratarlo como a uno de los objetos de la ciencia positivista.  Esta ciencia, presume que aquel, responderá del mismo modo (todos igual) a los compuestos químicos llamados remedios o  medicinas, aunque la realidad muestre de modo permanente, hechos que dan cuenta de la potencia que cobra la subjetividad tanto en el estado de salud como en el de enfermedad, y es en las llamadas curas milagrosas, con justificaciones tales
como rituales religiosos, el vudú, entre otras, que la eficacia curativa de la palabra, da cuenta de esa potencia. La ciencia positiva, no toma en cuenta que en la medida en que el cuerpo es una entidad construida por el sujeto, en ese sentido el cuerpo esta atravesado por la subjetividad [1], y requiere entonces, de ser entendido, escuchado, en lo que permita el alcance de la palabra.

Pero asimismo nos engañamos cuando concebimos el cuerpo como entidad que estaría por fuera de las dinámicas internas y las variaciones emocionales y mas bien como supeditado a las leyes biológicas, las implicaciones medioambientales y los cambios fisico-químicos. Al dejarnos conducir por el desconocimiento de la realidad de lo inconsciente y al no poder mas que navegar por la superficie de lo que constituye la vastedad de la realidad interna, esto es, al dejarnos persuadir por la conciencia racionalizadora y limitada nuestra; seguimos engañándonos. Y por sobre todo, nos dejamos engañar por lo que cada uno hemos construido  con relación al cuerpo pues, sin darnos cuenta, lo tratamos como parte externa y proyectamos en aquel, aspectos que corresponden a las demandas pulsionales, a las exigencias del ello o aún, a las demandas del yo no reconocidas o no aceptadas en nosotros mismos. De tal forma, el cuerpo aparece, muchas veces, como una realidad que no nos pertenece, aunque tengamos que enfrentarla y lo hacemos, poniéndonos en otras manos: las del medico, las del curandero, las del exorcista, el chaman, entre otros. Es por ello que comenzaremos este texto de psicosomática planteando el problema del cuerpo como parte de la realidad inconsciente y como campo de investigación del psicoanálisis, para proponer un primer acercamiento y de paso, aclarar, cuál es la posición de la ciencia psicoanalítica en relación con el cuerpo.

Para tratar esta problemática es conveniente diferenciar entre organismo y cuerpo, entendiendo lo primero como una organización plenamente biológica, la cual ha comenzado con la concepción, dando paso al embrión, luego al feto y finalmente al bebé. El organismo requiere estar conectado en la simbiosis, al cuerpo de la madre, luego ser atendido y alimentado para que se mantenga;  el cuerpo por su parte, es un constructo cultural que tiene su fundación en la relación con el otro, tanto en lo que aquel le hace sentir, las sensaciones que le despierta en los cuidados y atenciones que le brinda, como y por sobre todo, en la manera como ese otro,se relaciona con el bebé: el afecto que le brinda, la forma de sostener con aquel un contacto. Caben aquí las palabras de Anny Cordié cuando dice: “hemos olvidado que nuestro cuerpo nos ha sido dado, pero que tenemos que construirlo en lo imaginario y en lo simbólico, que debemos habitarlo, que tenemos que hacerlo nuestro”(2004). Es en el encuentro con el otro donde se comienza a construir el cuerpo y de manera paulatina, en cada encuentro con ese otro que suaviza los estados de tensión, que da soporte al organismo y le hace vivir, a la par que le pone limites, lo norma y se ofrece como modelo para las identificaciones que son en este sentido, corpóreas;  se construyen trozos de realidad somática.

Pensar entonces que el cuerpo es una construcción tazada en vivencias, experiencias y contactos con los objetos, es concebir que el cuerpo es en esencia, inconsciente y que, es de orden cultural. Este pensar y concebir de este modo el cuerpo, nos pone en un plano diferencial con respecto a los animales, en tanto éstos nacen como organismos, que si bien dependen de otros para subsistir y tienen una gradación con respecto a la dependencia afectiva, se encuentran supeditados  a la programación genética, de modo predominante[2]. Ese cuerpo que es creado en el campo cultural llevará las marcas que cada relación temprana, cada familia, grupo social, cada época le impongan, esto sin dejar de tomar en cuenta el inter-juego de aceptación o rechazo que cada quien establece con sus pulsiones. 
 El neonato, entonces, podemos definirlo como un organismo que va enfrentando una serie de experiencias tan significativas que, dejan huellas. Estas huellas se inscriben en el campo psíquico  como representaciones pulsionales cargadas de afecto, estas representaciones varían en sus intensidad y se relacionan con aspectos diversos de la sexualidad, o de lo que Freud llamó sexualidad polimorfa, es decir con las zonas erógenas al igual que, con las tendencias destructivas inherentes. En el campo del organismo, viene a ser inscrito el camino que señala la vía para la satisfacción de las necesidades, quedando estas, supeditadas, en gran medida, a las variaciones emocionales; la aceptación o el rechazo de las tendencias pulsionales. Esto en un principio se da tan solo desde las coordenadas psíquicas, pues dada la inermidad en que se encuentra el neonato, esas impresiones primeras no le sirven más que para el robustecimiento posterior de los indicios de realidad que le ayudaran a construir un sentido de objetividad o, para la construcción de un repertorio modelador de las formas particulares de relación con los objetos y consigo mismo como realidad doble: un cuerpo y un ello vistos como por fuera de si y un si mismo en el que se reconoce e identifica.

Como se verá, el organismo es para el neonato una realidad que no solo tiene que ser asimilada sino que además, representa una fuente de exigencias. 
 Esta realidad exigente y a asimilar, penetra en la vida psíquica rompiendo la homeostasis,  interrumpiendo el estado de bienestar que traía el bebé desde el útero.  ¿Cómo? En la medida  en que pone al bebé, en tensión. reclamándole, despliegue condiciones para la satisfacción y propiciando uno de los polos del conflicto psíquico: las demandas internas. Estas demandas, en la medida  en que chocan con otras exigencias como las de orden moral o normativo exterior, son fuente creadora de conflicto intra-psíquico. El encuentro del sujeto con esas exigencias pulsionales;  ya porque le resulten o no tolerables o  porque la interdicción y la permisión del medio respecto de las mismas junto con la forma como la madre y los cuidadores acepten o no su propio cuerpo, van a ser los tres componentes básicos de lo que llamaremos complejo-cuerpo.

Vamos a ampliar estas ideas a la luz de lo que Freud llamó pulsión, represión primaria e identificación. 
 Según descubre Freud, el neonato es un amasijo de órganos, cada uno con sus funciones específicas, con un potencial psíquico que requiere de la interacción con el otro,  --entendido este  otro como la madre, la norma y la ley--, para que sus potenciales se activen,  pasando algunos, poco a poco, a convertirse en capacidades. Así las cosas, de todo sujeto al nacer, tenemos que hablar del comienzo a su vez, de un proceso de hominización. Dicho proceso se inicia con la inscripción en la vida psíquica de las demandas orgánicas  que tomarán el  rango de pulsiones y demandas que en adelante, estarán mediadas por la cualidad psíquica. En otros términos, el organismo se inscribe en lo psíquico, es aprehendido a lo largo del periodo temprano llamado infantil y de este modo, pasa a convertirse en cuerpo o soma, lo que cabe apenas como una posibilidad ya que si el crío humano fuera sometido a la relación con otra especie desde los comienzos de la vida extrauterina, aprendería a ser animal, tal como lo enuncia  en parte, la leyenda de Tarzan o como el caso del niño lobo.

Como corolario, vale decir que el crío humano es plenamente moldeable por el medio en el cual nace y, sobre todo, con el cual interactúa, quedando el cuerpo y la relación con él, estatuidos con las marcas del medio y con el encuentro subjetivo de ese sujeto con el campo pulsional. De tal manera que, se es humano en la medida en que estamos atravesados por las marcas que la relación con el otro va dejando, en la medida en que accedemos a una serie de satisfacciones, y sobre todo, en la medida en que vamos siendo inscritos en el deseo del otro, al igual que normados por lo que culturalmente nos ha sido transmitido.

Con esto también estamos queriendo decir que el neonato, en la medida que es atendido, cuidado y satisfecho en sus demandas básicas, va recibiendo unas impresiones que le facilitan el encuentro primero con sensaciones y estímulos que van dejando una serie de vivencias placientes y displacenteras en el campo de lo psíquico. Estas vivencias que en adelante  el pequeño querrá buscar o evitar según se vaya complejizando el campo del deseo y según las tendencias eróticas o destructivas predominantes. Son estas impresiones las que constituyen lo que podemos llamar el registro primero del campo somático en el psiquismo. Entonces, primero son las necesidades fisiológicas que el recién nacido requiere le sean suplidas, a partir del contacto con los objetos quedan unas huellas sobre el aparato psíquico, las cuales están compuestas por representaciones y afectos, lo que va a constituir las pulsiones. Ellas se van a contraponer al instinto propio del animal, el cual se ve ampliamente supeditado por la programación genética y no necesita de mucha interacción para poder saber qué hacer con sus demandas internas, pues viene al medio extrauterino con un repertorio comportamental inscrito a través de los genes y las condiciones fisiológicas que le habilitan para su desempeño.

En otros términos, el sujeto no nace con su organismo inscrito en el campo psíquico, requiere de las experiencias de satisfacción para poder inscribirlo y convertirlo, a través del registro pulsional en algo propio, y ello implica, además, delimitarlo, pues para el recién nacido no hay una delimitación entre el adentro y el afuera, se siente uno con el pecho y parece darle continuidad, psíquicamente, a la simbiosis de la vida intrauterina hasta que, mediante los indicios de realidad va pudiendo darse cuenta que el pecho no acude porque él tenga hambre o demanda de placer sino que éste, se conduce por una lógica que no parte de lo que él o ella como bebé demandan; es decir, la presencia constante e ininterrumpida del objeto. El  objeto por el contrario, requiere de ser convocado o alarmado con el llanto, los gorjeos. Este requerimiento del objeto,  le da indicios  al bebé,  que él no es el objeto que éste ni siquiera intuye, en muchas  ocasiones,  ni siquiera sus demandas mas acuciantes.

Reconocer el si mismo como organización psíquica y somática separada, es aquí darse cuenta que no se es autosuficiente como tanto se lo desea, que no puede valerse por si mismo por el sólo hecho de querer que ello se diera así, es darse cuenta que, el objeto que le satisface es, en un primer momento, algo por fuera de él, luego, es reconocer que el pecho no le pertenece, que es parte de un objeto mas completo que no es precisamente él y que todo con lo que se creyó, en comunidad, es en realidad el entorno que lo contiene como sujeto.

Por otro lado, hemos de tomar aquí en cuenta, para la delimitación orgánica y psíquica del bebé, el estadio del espejo como un planteo fundamental que nos aclara bastante el asunto, ya que según nos propone el Dr. Jacques Lacan, el bebé comienza a reconocerse a través del otro, y la imagen que en aquel percibe le sirve para construir la propia, aunque ya la presiente, de tal forma que la idea de una corporeidad y de una organización somática, la obtiene el infante no de manera espontánea sino por medio de las percepciones que tiene del contacto con la madre y cuidadores y que, el organismo toma forma corporal  en lo que el otro también le refleja. Así pues,  además de las sensaciones que el contacto con el objeto le propicia a través del tacto,  a través del lenguaje gestual o verbal, de la imagen visual,  de las huellas que dejan las satisfacciones, está asimismo, lo que aquel le otorga como parecido, como objeto otro en el cual reconocerse como semejante, y por sobre todo, la forma como el o los objetos han aprehendido también su cuerpo, como aceptan o no las tendencias pulsionales que tienen su asiento en el campo de lo orgánico. 
 Al respecto, nada más pensemos en cómo las madres que han tomado la masturbación y toda auto estimulación como algo pecaminoso, le transmiten a sus hijas dicha posición, ya sea de manera implícita o sea de modo impositivo: están pendientes de cuando aquella se intenta tocar para reprenderle o de antemano le venden todo un discurso sobre lo sagrado del cuerpo y todas esas sandeces religiosas, luego, la niña ha crecido y es una adolescente y se siente extraña con las sensaciones que allí se producen, y se ve desbordada por una excitación que no controla. Empieza por creerse la peor entre los demás y continúa con el rechazo  a su cuerpo, porque, si no tuviera eso no tendría que pecar, como decía alguien en la sesión analítica, quien además creía que el análisis le enseñaría como clausurar su clítoris y su vagina evitándole el sufrimiento que había experienciado hasta el momento, con las exigencias pulsionales del orden sexual, las que sin saberlo, si bien tienen asiento en lo somático no en particular en esos órganos.

Con esto retornamos a la posición en que no es posible un "si mismo",  esta vez somático, sin un otro que lo propicie y que lo avale, otro que lo norme y lo restrinja, que lo refleje a la par que lo hace viable. En este sentido, tener cuerpo es haber pasado por una serie de experiencias, de vivencias y de contactos intesubjetivos que dan vigencia a la corporeidad ya para facilitarla o ya para restringirla.

Es ahora que podemos hablar sobre la represión, tenemos entonces, para ello, que pensar el asunto desde lo que propuso Freud como represión primaria y represión secundaria. Donde la primera, al enfrentar el sujeto las demandas pulsionales, toma las representaciones y las fija en el campo psíquico como proto-representaciones. Seria mediante la represión primaria que se fijan las representaciones que atraerán otras hacia lo inconsciente para formar los núcleos reprimidos, sin éstas no puede darse lo que es la represión en propiedad, o lo que se denomina en psicoanálisis represión secundaria, o segundo tiempo de la represión.

Tendríamos en la infancia temprana, la edad que va de los cero a los cinco o seis años, un periodo de familiarización del sujeto con sus demandas pulsionales, en el cual se adquieren las representaciones de las pulsiones, las que además, van cargadas de afectos variables por su intensidad, en el propio sujeto y de un sujeto a otro, por ejemplo, en alguien las representaciones orales tendrán un significado especial y serán más o menos atacadas psíquicamente, más o menos censuradas, mientras que las falicas no lo serán tanto; un sujeto estará centrado inconscientemente más en los placeres anales que otro. Estos ejemplos nos muestran también cómo ciertas partes del cuerpo, que se relacionan con los contenidos psíquicos, van a adquirir mayor o menor importancia para el sujeto según se organice la realidad interna o, lo que es lo mismo, según se estructure la vida psíquica, la que, dicho sea de paso, esta troquelada por las preferencias placientes inconscientes del sujeto y va a determinar la relación que cada uno mantenga con el cuerpo, dando paso así, a lo que la Doctora Francoise Doltó denominó, la imagen inconsciente del cuerpo[3], la que estará estructurada según el rechazo que el sujeto haga internamente de sus tendencias pulsionales, de esta forma. si se tienen arrinconados los contenidos de orden genital y el sujeto se define emocionalmente en relación a las representaciones del mismo, la imagen del cuerpo aparecerá en el inconsciente, por ejemplo, como un pene maltrecho, una vagina deforme, un útero estéril, entre otras, lo que aparecerá en la vida manifiesta como formaciones sintomáticas: dolencias somáticas como el dolor de cabeza y el vomito para el primer caso, una sensación de vacío y de ansiedad con consumo compulsivo de comidas y bebidas para el segundo caso, entre otras.

Lo reprimido inicial va a atraer los contenidos posteriores para dar origen a la represión secundaria, tras la cual aparecerá, para la percepción de si mismo, lo que también Doltó llamo esquema corporal, el que se relaciona con la idea que nos forjamos manifiestamente de ese cuerpo, en tanto lo reconocemos y aceptamos, una vez hechas todas las mutilaciones fantasmaticas del mismo y una vez adoptadas todas las inhibiciones y restricciones que nos imponemos en relación con el mismo. Es lo que aparece ya como cuerpo depurado de todo lo que es considerado como vulgar, sucio, impúdico o “perverso”.

La relación con el otro también participa en el troquelado del cuerpo como campo fantasmático en el sentido de lo que abre ese otro, para el campo de las identificaciones, las contraidentificaciones, las reidentificaciones y las desidentificaciones. Partamos de que el yo que se forma a través de la identificación con el semejante, siendo definido como un cúmulo de identificaciones que cambian a lo largo de la vida y, a su vez, se mantienen en torno a un núcleo fundamental, cual es el de las identificaciones familiares infantiles. Ese yo, podemos dividirlo entre uno psíquico y un yo corporal[4] que es, aquí, por una parte, como lo que es tomado en parte, de lo que cada uno percibe ser o resulta siendo, el cuerpo para quienes le rodean, sobre todo para los seres más cercanos como lo son los padres, hermanos y demás, y  por otra, en especial, tomara de aquellos elementos de identificación en relación con la forma como aquellos vivan su cuerpo: se identificara con la salud o la enfermedad, las formas de aquellos llevar su cuerpo, es el caso del caminar, los cuidados corporales, entre otros, pero sobre todo, en la forma como cada quien lo reviste de energía psíquica o libido, en su aceptación o su rechazo, la forma como acepta las pulsiones que en el tienen su origen y asiento primero.

Las contraidentificaciones serian lo que el sujeto se dice en relación con ese otro de cómo es que no debe ser o no quiere ser. Se toma al semejante aquí, como un ejemplo de lo que el sujeto no acepta de si, viéndolo representado en aquel, o resultándose repugnante, inapropiado para la identidad que quiere construir para si y los otros.

Las reidentificaciones nos remiten a los procesos de la vida en donde el sujeto luego de haber abandonado una identificación, ésta es retomada, por lo general impuesta, como el retorno de una identificación reprimida, esa madre admirada en la infancia y luego tan criticada por enfermiza, esa madre repudiada en la rivalidad edípica, lo mismo que el padre, pueden reaparecer como un rasgo dominante o ya como un rasgo más de la personalidad adulta, es así como alguien que había abandonado la identificación con un ser cercano, la madre o el padre, por ejemplo, comienza a desarrollar a partir de cierta edad, los achaques y las enfermedades de aquel o aquella.

El aspecto de las desidentificaciones, como ya el lector podrá advertirlo, se trata del abandono de identificaciones para tomar otras nuevas, lo que en relación a la salud y el cuerpo, es dejar las identificaciones respecto de alguien enfermo de la familia, para adoptar otras, como de alguien admirable o de quien entre a relevar los modelos de la infancia.

A manera de conclusión de este primer ensayo, diremos entonces que, el cuerpo es un constructo que esta atravesado por los encuentros. Encuentros con las demandas pulsionales tempranas, con el otro como semejante a la vez que normador y quien pone en vigencia el cúmulo de estímulos y sensaciones que trae el amasijo inicial de órganos. Todo esto, bajo los aspectos represivos internos y normativos externos y, el cual, es parte de la formación de lo inconsciente, pero que,  igual se ve moldeado por lo que el yo toma de la relación con los objetos para construir la identidad corporal. Un constructo que por supuesto, esta dado de manera muy particular para cada quien, que puede ser modificado en un análisis, pero que también, puede variar según las circunstancias y épocas de la vida, es decir, podrá oscilar según se incrementen o disminuyan las tensiones internas, según se den o no ciertas descargas pulsionales directas o indirectas y según se mueva el meridiano de las exigencias del mundo exterior.

REFERENCIAS BIBLIOGRAFÍCAS

Ø ALI, Sami. Pensar Lo Somatico…… Buenos Aires: Paidós 1994.

Ø FREUD, Sigmund. Introducción al Narcisismo. En Obras completas. Barcelona: Biblioteca Nueva. 1.971. Tomo 2. 
Ø . Inhibición Síntoma y Angustia En obras completas. Barcelona. Biblioteca Nueva. 3 T.
Ø . El Compendio del psicoanálisis En obras completas. Barcelona. Biblioteca Nueva. 3 T.
Ø NASIO, Juan D .(1998)Lecciones de introducción al psicoanalisis lacaniano

Ø PUJÓ, Mario. El Remedio O La Enfermedad. Publicado en poubellication Lacaneana No 4, Buenos Aires, 1993.

Ø . ROSAS S, Raúl. Capitalismo y enfermedad. México. Plaza y Valdés. 1.995. 277.p

Ø SOLMS, M; Tornbull, Oliver. El cerebro y el Mundo interior: neurociencia y mundo interno. Bogotá: Fondo de Cultura Económico, 2004.

NOTAS PIÉ DE PÁGINA

[1]
Siguiendo a Mario Pujó en su articulo el remedio o la enfermedad.
[2]
Aunque algunas especies animales tienen una larga sujeción infantil y muestran una gran dependencia fisiológica y afectiva, como en el caso de los cetáceos, chimpancés, los bonobos, entre otros. Siendo estos últimos los que tienen una mayor similitud con la especie humana por la superación del estro, la búsqueda de placer en los juegos sexuales por fuera de la función reproductiva, el arranque bifásico de la función sexual (remitimos aquí al lector al texto Sombras De Antepasados Olvidados de Ann Druyan y Carl Sagan.)
[3]
En un texto que lleva este mismo nombre.
[4]
Tomando esta bella expresión de Franz Alexander en su texto Psiquiatría Dinámica. 
Fernando Calle
psicoanalista
2168484
3207005917
Medellín, febrero 29 de 2010