AMOR Y GENITALIDAD
Hay sujetos que confunden el amor con genitalidad, entendida ésta como el centrarse del sujeto en intercambios placenteros desde el aparato reproductor y por extensión, las descargas mediante el uso de otras zonas erógenas como el ano y la boca. Va a pensar que los demás le querrán en la medida que les conceda ese placer y cuando se trata de conquistar a alguien no escatiman oportunidades para seducir o entregarse a este nivel. Vemos así sujetos que inician dizque relaciones amorosas con actos genitales, relaciones que resultan ser luego un fiasco, pues quedan truncas en la mayoría de las ocasiones o sólo duran mientras la pasión se mantenga, es decir, mientras pueda ser saciado el deseo por una o por los dos participantes. O se mantiene la relación bajo la promesa de que habrá satisfacciones nuevas.
Hay quienes llegan al análisis diciendo: “yo que le entregué lo mejor de mi” “se llevó mi virginidad” o “cómo es tan horrible, que sólo me haya utilizado para su placer”, “sólo quería acostarse conmigo”. Cuando ella o él (pocas veces los hombres se quejan de esta manera, más bien exhiben estas cuestiones como un trofeo que les da crédito a su fantasía de ser muy potentes), se quejan de este modo, es porque en parte, se sienten inconformes con la confusión que han tenido, y en parte también, porque están decepcionados de su fantasía de que al intimar sexualmente con alguien, esto iba a estrechar los lazos en la relación, le iba a asegurar la relación.
Decimos que tiende a durar poco porque de un lado, las relaciones sexuales, si no se dan en un contexto amoroso de gratificación mutua, antes que unir tienden a separar, en tanto se presentan como descargas desgastantes de la libido o energía psíquica. De otro lado, porque el amor auténtico comporta o se expresa en las dos dimensiones de la sexualidad: la ternura y la sensualidad. Además relaciones sexuales sin ternura sirven a la destructividad, ya veremos por qué.
Es la genitalidad o mejor, la forma genital de la sexualidad, una forma perversa de la misma, tal como lo es el voyerismo, el sadomasoquismo, el fetichismo entre otras, ya que sirven en el fondo, a la tendencia destructiva, es decir, el odio arcaico o primigenio en el sujeto, se ha reservado un lugar o un medio de expresión, camuflándose en una sensualidad “normal”. Miremos un ejemplo para ilustrar la función disgregadora de la hostilidad, vigente en estos casos: hay hombres que no pueden integrar su sensualidad y su ternura, tienen una mujer con la cual despliegan un enlace tierno en lo predominante, y la sensualidad queda excluida o la disfrutan de manera pobre, teniendo que buscar una amante o a las prostitutas con las que pueden sentirse en libertad para su disfrute genital.
Hay allí, en primer lugar, la separación entre las unidades básicas de la sexualidad, en segundo lugar, una disgregación de dos imágenes de la misma madre de la infancia: una ideal, digna de toda veneración y des-sexualizada, y la madre “puta”, la que el niño sintió como traidora y merecedora de toda su agresión. Una agresión que se esconde o se camufla detrás de la sensualidad, la que puede sólo disfrutar con las “amantes”, pues lo que se descubre es que estos sujetos desde su inconsciente, viven la penetración como un apuñalar; cada achuchón o empuje del pene lo experimentan como una cuchillada que daña, que rompe los tejidos; y la relación sexual es vivida como un asesinato en medio de la rabia contra la madre “puta”.
Vemos la disociación como un mecanismo contra el odio que a la vez es una transacción que el bebé realiza con relación a sus impulsos destructivos: de un lado se divide entre una parte que odia al objeto, parte que separa imaginariamente de sí, y otra parte que ama y protege al objeto. De otro lado es el dividirse de por sí, una agresión dirigida contra si.
Se da en este caso una división bipartita o disociación del objeto materno, queda, de un lado, el objeto bueno altamente valorado y, de otro, el objeto malo que es sentido como merecedor de cualquier ataque o envilecimiento. Ataque que queda escondido tras el ropaje sexual, a la vez que se ha dividido la función sexual que es un ataque contra sí, para utilizarlo, en parte, contra la madre y objetos posteriores subrogados.
En la genitalidad confundida con el amor se da el intercambio sexual como una búsqueda de placer bajo la condición egocéntrica: que le den placer, obtener la descarga es lo que se busca, utilizando a otra u otros sin importar que también sienten, que desean alcanzar la satisfacción. Mientras en el amor real se busca dar placer, no descargarse, y en ese dar placer siente el sujeto la gratificación, es decir, en el amor real no se trata del simple placer sino de la gratificación psíquica y ésta puede venir por el placer compartido-no sentido- o por el placer otorgado. Como vemos, el amor real tiene en cuenta de una u otra forma, al ser al que se ama.
Detrás de este término “descarga” hay todo un contenido psicológico. Quien busca el placer en la descarga es porque se siente encartado con su sexualidad, la viene sintiendo como una sustancia que desde dentro le pone en peligro, le amenaza con romper su estabilidad psíquica, o con corroer sus partes vitales. Nos da cuenta ello que, en el fondo, esta sexualidad comporta unos contenidos agresivos latentes, o dicho de otro modo, condensa componentes orales sádicos, anales sádicos y destructivos, a la vez que aspectos lesivos de la falicidad misma.
Al sentirse encartados con las excitaciones sexuales no se asumen las relaciones íntimas como un momento de intercambio placentero sino como oportunidades para zafarse de aquello tan molesto, y a veces para vaciar, es así como muchos, manifiestamente, adoptan frente al otro una actitud de sementales, asumiendo un papel de maratonistas sexuales hasta que quedan exhaustos como si quisieran quedar tan vacíos que sean capaces de aguantar hasta la próxima oportunidad que ojalá y esté bien remota.
Experimentan algunos, de este modo, cada cópula como una pequeña muerte, así dicen al momento del orgasmo “me mataste” o “acabaste conmigo”. El o los “maratonistas sexuales”, parece ser que de algún modo quisieran matar y morir en la relación sexual, y al ver al otro que ha sobrevivido a la cópula sexual y al ver que también han sobrevivido, emprenden de nuevo la actividad, como quien dice “haber si esta vez sí quedamos muertos o al menos, muere uno de los dos”. Es aquí la relación sexual, como medio de descarga, una válvula de escape de la destructividad. Donde el desarrollo psicosexual ha alcanzado la fase fálica y, en parte, la genitalidad, pero bajo la condición de compromiso con el odio y la destructividad que esta vez ha quedado ligada por el Eros o pulsiones de vida, con desventaja, pues ésta se filtra, por ejemplo, como necesidad del otro, lo que se confunde con amor. Implica sentirse encartado con la sexualidad, por lo que se recurre al otro como medio de descarga.
Muchos sujetos dicen estar enamorados de alguien, y es posible que esto sea verdad, en parte; sin embargo, en alguna medida, se sienten ligados a él o a ella, en tanto les ha proporcionado y promete proporcionarles las descargas sexuales; en otras palabras, en buenos grados, no es el amor lo que les liga o une a tal o cual sujeto, sino la necesidad de tener de modo regular, cada tanto, la descarga sexual. Cuando pierden el objeto, caen en un estado de desesperación, pierden estabilidad y arrecian los ataques contra sí mismos o, incluso, llegan a despertarse estados psicológicamente críticos con arranques de locura en los que hemos de reconocer, tal como lo ha descubierto el psicoanálisis, dosis alta de odio, la que va dirigida hacia el sí mismo. Como hay quienes hacen explosión hacia afuera, destruyendo afuera aquello de lo que sólo podrían renunciar adentro.
Cuando el sujeto es con predominancia saludable, al perder al objeto se regocija de los buenos momentos vividos en la relación con aquél, conserva la confianza en la capacidad de amar y guarda la esperanza de poder atraer a alguien más en el futuro y conquistarle para construir juntos una relación nueva. La necesidad del objeto, o mejor, la urgencia del objeto no se construyen sobre las bases de un disfrute mutuo sino sobre la “punta de lanza” de la perentoriedad de la pulsión sexual y predominantemente, de la destructividad. Decimos “punta de lanza” para nombrar los aspectos que de la destructividad encierra.
Algunos sujetos tienen actividad sexual no sólo como válvula de escape del odio, sino además, como medio para satisfacer un masoquismo moral y erótico, en parte pues, tienen el soporte de la relación sexual como algo degradante, humillante. Ser penetrados significaría ser maltratados, ultrajados, sin embargo, se siente que se lo necesita y es sólo allí, en la posición de “estar debajo” que pueden disfrutar la relación sexual.
Como podemos ver, los sujetos que perciben y confunden el amor con la genitalidad han quedado fijados a la fase en que el niño percibía las relaciones sexuales de los padres como actos de agresión, como encuentros sadomasoquistas, donde el uno goza con el sufrimiento propinado y el otro goza con el sufrimiento recibido, y se percibe, de este modo, la relación sexual, como un doble sufrimiento: por un lado, la insatisfacción y por otro con el soporte de la relación sexual percibida en un sentido negativo.
También se encuentran conjugadas en tales percepciones y ejercicio de la sexualidad, fantasías destructivas del orden cloacal-anal y oral-sádico. En cuanto a las primeras, está de manera manifiesta, la preferencia por la relaciones anales donde quien penetra fantasea que va a acabar con todos los fetos que él o quien sustituya a la madre, se supone, tienen en el intestino, y eliminar así, de antemano, a todo competidor potencial o, a todo nuevo competidor, a la vez que puede sentir que detrás de su piel, almacena contenidos fecales, que está hecho de esta materia, de tal manera que su semen o secreciones vaginales serían derivados de aquella sustancia, o esencias de la misma, es este el caso muy común en quienes se conducen con repugnancia con respecto a los fluidos sexuales.
Así también revive la fantasía de vaciar el pecho al realizar relaciones sexuales unas tras otras, quiere vaciar al objeto, vaciarse a si mismo, al tomarse como el pecho, o las dos cosas. Se vive la confusión entre amor y relaciones genitales, en las relaciones de pareja, quienes se buscan para copular o se llega a ello en cada encuentro. Hay quienes también, reaccionan a tal tendencia interponiendo a alguien en la relación, por ejemplo, al darse una cita buscan que un amigo llegue allí o, van a buscar a alguien más para acudir a la cita, o sencillamente, se encuentran, hacen citas en el lugar y hora donde acuden otros amigos.
Fernando Calle.
Psicoanalista
Consultorio: 2168484
Psicoanalista
Consultorio: 2168484
A propósito del amor, queremos brindarles este poema…
Llenate de mi
- Pablo Neruda-
- Pablo Neruda-
Llénate de mí.
Ansíame, agótame, viérteme, sacrifícame.
Pídeme. Recógeme, contiéneme, ocúltame.
Quiero ser de alguien, quiero ser tuyo, es tu hora,
Soy el que pasó saltando sobre las cosas,
el fugante, el doliente.
Pero siento tu hora,
la hora de que mi vida gotee sobre tu alma,
la hora de las ternuras que no derramé nunca,
la hora de los silencios que no tienen palabras,
tu hora, alba de sangre que me nutrió de angustias,
tu hora, medianoche que me fue solitaria.
Libértame de mí. Quiero salir de mi alma.
Yo soy esto que gime, esto que arde, esto que sufre.
Yo soy esto que ataca, esto que aúlla, esto que canta.
No, no quiero ser esto.
Ayúdame a romper estas puertas inmensas.
Con tus hombros de seda desentierra estas anclas.
Así crucificaron mi dolor una tarde.
Quiero no tener límites y alzarme hacia aquel astro.
Mi corazón no debe callar hoy o mañana.
Debe participar de lo que toca,
debe ser de metales, de raíces, de alas.
No puedo ser la piedra que se alza y que no vuelve,
no puedo ser la sombra que se deshace y pasa.
No, no puede ser, no puede ser, no puede ser.
Entonces gritaría, lloraría, gemiría.
No puede ser, no puede ser.
Quién iba a romper esta vibración de mis alas?
Quién iba a exterminarme? Qué designio, qué? palabra?
No puede ser, no puede ser, no puede ser.
Libértame de mí. Quiero salir de mi alma.
Porque tú eres mi ruta. Te forjé en lucha viva.
De mi pelea oscura contra mí mismo, fuiste.
Tienes de mí ese sello de avidez no saciada.
Desde que yo los miro tus ojos son más tristes.
Vamos juntos. Rompamos éste camino, juntos.
Ser? la ruta tuya. Pasa. Déjame irme.
Ansíame, agótame, viérteme, sacrificarme.
Haz tambalear los cercos de mis últimos límites.
Y que yo pueda, al fin, correr en fuga loca,
inundando las tierras como un río terrible,
desatando estos nudos, ah Dios mío, estos nudos,
destrozando,
quemando,
arrasando
como una lava loca lo que existe,
correr fuera de mi mismo, perdidamente,
libre de mí, Curiosamente libre.
¡Irme, Dios mío, irme!